El Dorado

lunes, 29 de marzo de 2010


Mi nombre es Layton, soy un arqueólogo y he vivido miles de aventuras por todo el mundo. Lo fascinante es que las he vivido todas y cada una de ellas, desde el principio de los tiempos. Parecerá imposible, pero mi objetivo es contar mis historias y aventuras y dar a conocer los grandes misterios de la historia.
Comenzaré con una que se me viene ahora a la mente. Todo empezó, después del descubrimiento de América por mi amigo Cristóbal Colón en 1492, numerosos aventureros y soldados españoles, los llamados conquistadores, nos lanzamos a la conquista del nuevo continente, atraídos por su fama de inmensa riqueza, apoyados en el mito de El dorado.

Perú, cuyo subsuelo estaría, según se dice, repleto de oro, ejercía una fascinación extraordinaria sobre estos hombres ansiosos por enriquecerse, a mí me fascinaba más el hecho de que una cultura haya logrado hacer una ciudad solo de oro como comentaban los rumores. Además, la magnitud de los botines de Cortés en México y de Pizarro en el Perú parece confirmar la idea de que ese reino existe realmente.

El mito de El dorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado". La primera vez que oí hablar de la aparición de esta leyenda fue en 1534. Sin embargo, hace varios años ya que los españoles escuchaban insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte del interior de las tierras de la zona.

Se decía que los indios chibchas, nativos de Cundinamarca, el "país del cóndor" (la actual Colombia), celebraban cada año una extraña ceremonia. Durante dicha ceremonia un soberano local, se unta de grasa de tortuga y de polvo de oro y luego camina, resplandeciente, en medio de sus súbditos, que cantan su alegría y baten tambores. El rey y los nobles suben a una piragua y en medio del lago Guatavita lanzan oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses. Finalmente, el soberano se sumerge en el lago y reaparece en medio de un estallido de aplausos.

Así nació la leyenda del "hombre dorado" llamada luego, simplemente, El Dorado, supuesto rey de un país mágico. Pero, a lo largo de los años, el mito siguió modificándose y El dorado se convirtió en el reino mismo del oro, cuyas calles están pavimentadas con pepitas y donde casas y objetos están cubiertos con metales preciosos.

El primero en lanzarse a la búsqueda de El dorado fui yo, me fascinaba la idea de ver esas maravillas. Yo estaba en España y cuando escuché el primer rumor me embarqué en el primer barco rumbo hacia el nuevo mundo, me acompañaron dos ayudantes que decían estar interesados en la ciudad tanto como yo, se llamaban Miguel y Tulio. Tras desembarcar por las costas de Perú pusimos rumbo hacia El dorado, seguimos las pistas dejadas por los indigenas (basicamente relieves en rocas o monumentos que bien interpretados podían llevar a la ciudad de oro), tras cruzar la selva llegamos allí. Era algo maravilloso, las ciudad entera era de oro, muy pronto la gente nos tomó por dioses, y nos tomaron en muy alta estima, asi que decidimos quedarnos. Allí el tiempo apenas transcurría, investigando los jeroglíficos fui aprendiendo su idioma, y me contaban la historia de la ciudad y su cultura, que era herencia de la legendaria Atlantis. He de mencionar que antes de adentrarnos en la selva deje una carta a un marinero que iba a volver para que se la diese a un amigo mio de España tambien muy interesado en El dorado, el español Gonzalo Jiménez de Quesada, un antiguo abogado, que recibió mi carta con el sobrenombre de "el caballero de Eldorado".
Después de un largo y difícil periplo, durante el cual sus hombres son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, penetra en enero de 1537 en Cundinamarca y conquista la capital, Bogotá. Encontró, efectivamente, oro y diamantes, pero nada que se parezca a las inagotables reservas que en el reino del oro había. Me imaginé que no pudo llegar al sitio correcto, y mis suposiniones fueron correctas, cuando me entere de lo ocurrido a mi regreso. Los años que pasé allí no pasaron por mí y seguí sin envejecer hasta el tiempo actual. Mi decision de irme fue simple, tras desentrañar sus misterios sentí la necesidad de buscar otros, a mi partida la ciudad se cerró, debido a las innumerables ataques de conquistadores que no tardarian en encontrar la ciudad. Ahora mi misión sería encubrir su misterio y buscar otros nuevos, ya que iba a tener tiempo de sobra, pues más que el oro, lo que mas enriquece es la sabiduría.

Aún así la leyenda siempre seguirá viva y sus misterios también.

La caja de música