Atlantis

miércoles, 28 de abril de 2010


Hoy y tras muchos días sin actualizar hablaré sobre una de las leyendas más famosas del mundo, La Atlántida. Sobre si existió realmente y sobre su cultura, que a pesar de su antigüedad, poseía conocimientos avanzadísimos, tesoros inigualables,etc. Pero lo que fascina a todos es su desaparición del mapa de la noche a la mañana sin dejar rastro alguno. Pues bien hoy descubrireis parte de la verdad.
Siempre me fascinó su historia y quise saber la verdad, por lo que me puse en camino.
Mientras gran parte del mundo estaba todavía en la edad de piedra surgió en una isla una civilizacion adelantada a su tiempo, ¿la fecha? Pues no la recuerdo con exactitud, hará unos 10.000 años por aproximar. ¿Cómo llegué? Es otra historia que contaré en otra ocasión. Pero os contaré todo lo que vi el escaso tiempo que estuve allí.
Las construcciones eran una maravilla, con elementos caracteristicos de varias civilizaciones que surgirian posteriormente. La isla era inmensa, con una geografía escarpada, a excepción de una llanura central de unos 2000 o 3000 estadios de longitud, en cuyo centro había una pequeña elevación (una montaña pequeña si lo preferis) en la que había tres anillos de agua que iban rodeando la montaña y donde se asentaron los primeros habitantes de la isla. Incluso la historia del origen de la ciudad es algo oscuro, según los habitantes el primer rey de la isla se llamaba Evenor, el cual tuvo una hija que se llamaba Clito. Pero el dios principal de la isla, Poseidón (tenian muchas divinidades, griegas, egipcias, mesopotamicas, etc), se enamoró de Clito y para mantenerla cautiva creo los tres anillos mencionados antes. La pareja tuvo diez hijos, para los cuales el dios dividió la isla en respectivos diez reinos. Al hijo mayor, Atlas, le entregó el reino que comprendía la montaña rodeada de círculos de agua, dándole, además, autoridad sobre sus hermanos.
En honor a Atlas, la isla entera fue llamada Atlántida y el mar que la circundaba, Atlántico.
Favorecida por Poseidón, la tierra insular de Atlántida era abundante en recursos. Había toda clase de minerales, destacando el oricalco, más valioso que el oro para los atlantes y con usos religiosos (era una aleacion a base de cobre). Grandes bosques que proporcionaban ilimitada madera; numerosos animales, domésticos y salvajes, especialmente elefantes; y gran variedad de alimentos.
Tal prosperidad dio a los atlantes el impulso para construir grandes obras. Edificaron, sobre la montaña rodeada de círculos de agua, una espléndida acrópolis llena de notables edificios, entre los que destacaban el Palacio Real y el templo de Poseidón. Construyeron un gran canal, de 50 estadios de longitud, para comunicar la costa con el anillo de agua exterior que rodeaba la metrópolis; y otro menor y cubierto, para conectar el anillo exterior con la ciudadela. Además se construyeron murallas para vigilar la entrada de los barcos. Los reinos de la Atlántida formaban una confederación gobernada a través de leyes. Todo dispuesto para mantener la paz en los diez reinos surgidos en la isla. Pero los descendientes de esos reyes fueron cambiando y cada vez desaban engrandecer su reino por encima del de los demás, y surgieron las desconfianzas y las luchas. Realmente el tiempo que estuve allí conocí su cultura (y los conocimientos que poseian en campos tan diversos como la medicina o la astronomía), su gente y vi su esplendor y su desmoronamiento. Las guerras estaban mermando la población por lo que la mayoría decidió emigrar a otros lugares. Muchos nos quedamos, con la esperanza de que acabasen las guerras. Hasta que un día la soberbia de los reyes y sus ansias de poder sobrepasó el límite y hasta comenzaron a saquear a los de su propio reino, todo fue un caos. Hasta que un día el cielo se nubló, el día se volvió noche y una gran tormenta se cernió sobre la isla.
También hubo grandes temblores, muchos edificios se vinieron abajo, ya no era seguro estar en la isla, por lo que la princesa Kida (pura de corazón y que luchó por su pueblo y la paz) puso a disposición de la gente varios barcos, antes de que la tormenta empeorase. Mientras nos alejabamos nunca olvidaré lo que vi. En la inmensa oscuridad se pudo contemplar durante unos segundos una figura inmensa entre la lluvia y que se cernía sobre la isla, muchos afirmaban que tenia un tridente y que era Poseidón que había decidido castigar a la Atlántida. De repente el mar embraveció, y una luz cegadora surgió de la isla rodeandola en una especie de cúpula, mientras se hundía entre enormes olas.
Tras esto muchos de los supervivientes se fueron instalando en la costa de África, yo me instalé en lo que posteriormente fue llamado Egipto. Donde estuve varios milenios, ¿Pero qúe pasó con la Atlántida? Eso daría paso a otra historia, pues la respuesta la descubrí muchos milenios despues.
Durante mi estancia en Egipto no comente la historia a nadie, y la Atlantida fue olvidada. Hasta que una vez, siendo yo por aquella época (siglo 3 a.C) un sacerdote del templo de Ra fui de viaje a Grecia donde conocí a un joven brillante, y al que le confié mi historia. Aquel joven se maravilló tanto que lo escribio en uno de sus dialogos en los que estaba trabajando, aquel joven se llamaba Platón, y creo que le dio buena utilidad, pues la leyenda de la Atlántida fue de nuevo recordada.

Alún día os contaré que pasó con la isla. Saludos.

La orden del Temple

lunes, 5 de abril de 2010



Pues bien, hoy he recordado la época medieval, que además de ser apasionante es muy interesante, claro que vivir en esa época es un tanto dificil si no se es noble.
Aquí estaba yo, en Francia, viviendo ya como un campesino sin dinero y sin tierras. Así que la forma más factible de ganarse la vida en esa situación era la de dedicarse a la vida religiosa, al cristianismo. No era el único que pensaba así, y muchos monasterios estaban llenos. Conocí a más hombres en mi situación y en consenso decidimos formar nuestra propia orden, La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (más comunmente conocida por la orden del temple y nosotros como caballeros templarios), a finales de 1118 y liderada por mi buen amigo Hugo de Payens, y nuestro símbolo una cruz roja.
Pronto la orden fue atrayaendo a gente, muchos eran soldados expertos y formamos una fuerza militar, y los que no combatían hicieron una gran labor económica, con la que se construyeron muchas fortalezas hasta en Tierra Santa.
Al poco tiempo logramos tener un gran poder, y nuestro principal objetivo era el de proteger Europa de la amenaza vikingas y, sobre todo, la Tierra Santa de manos de los musulmanes.
Mi principal objetivo, en cambio, además de subsistir, era el de resolver algunos enigmas de la iglesia, que desde tiempo inmemorial había estado ocultando tesoros de todas las épocas y objetos de un valor incalculable que sobrepasa la razón humana. Hasta pasados muchos años y demostrada la fidelidad de la orden en las cruzadas a la iglesia y al papado nos convertimos no solo en los guardianes del cristianismo sino tambien de sus tesoros, aunque no todos los secretos se nos eran revelados.
A partir de este momento la orden se hizo más inaccesible, había que cumplir ciertos requisitos para entrar y desde luego no se podía salir así como así.
La expansión de Europa engrandecía las riquezas que ganaba la orden y los tesoros importantes eran almacenados en unas catacumbas secretas en lo que en su tiempo fue el Templo del rey Salomón.
Mi fascinación e interés estaba lejos de las batallas, no se me daba mal la esgrima, pero mi función era la de estratega. Al ser uno de los fundadores mi entrada a las catacumbas estaba más que autorizada, y aprovechaba para hacer inventario de lo que allí había, pergaminos de la biblioteca de Alejandría, estatuas egipcias, griegas y romanas, joyas enidas de todos los rincones del mundo, oro, etc... Sin embargo al fondo de todo había una sala cerrada por una pared de piedra y en la que solo el Papa podía entrar, ya que él tenía la llave.
Conforme pasaban los años la expansión europea fue perdiendo fuerza mientras que el poder islámico iba creciendo, haciendo peligrar la tierra santa. La desconfianza de la iglesia sobre nosotros los templarios crecía y viceversa.
Pronto nos pusimos a investigar y empezamos a encontrar los evangelios apócrifos que nos contaba una historia de Jesús algo diferente, esto lo mantuvimos en secreto y ademas quedaba el detalle de la camara oculta de las catacumbas.
Conseguí convencer a los principales dirigentes templarios para conseguir la llave que custodiaba el Papa, y ver que se escondía detras de aquellos muros de piedra.
Un infiltrado nuestro se ganó la confianza del Papa y se la arrebató.
El tiempo no corria de nuestro lado, una vez llegamos a las catacumbas (el papa se encontraba en Jerusalén, donde nos encontabamos, por la fuerte oleada de ataques musulmanes que estabamos sufriendo), nos dispusimos a abrir la puerta, nos encontrabamos allí el nieto de Hugo de Payens (y por si os lo preguntais, mi longevidad y apariencia joven era adjudicada por los devotos a un milagro divino por servir a Dios), tras encajar la llave en el único lugar posible y resolver un puzzle el muro se abrió, y allí encontramos maravillas, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Había montones de objetos, como el arca de la alianza, el baston de Moisés, el caliz de cristo, pergaminos... etc. Cuando nos dispusimos a coger esos objetos todo tembló, nos estremecimos, de repente comenzaron mas temblores y vimos como se iba viniendo a bajo todo, la salida había sido bloqueada. Por suerte por la sala que habíamos abierto había un conducto por el cual pudimos escapar dejando todas las riquezas y tesoros atrás. La batalla había acabado con la derrota cristiana, el templo sobre el que estaban las catacumbas fue destruido, y ante esto y el descubrimiento del robo de la llave robada el papa mando la ejecucion de gran parte de los templarios que quedaban.
Nos dieron por muertos y decidimos desaparecer para no volver nunca más. Yo emigré a España donde me quedaría un tiempo preparando a que se tranquilizase todo para un día volver y recuperar todo lo que pueda de ese tesoro.
La desaparición de la orden del temple en 1312 de esta forma dio lugar a muchas leyendas y especulaciones, muchas de ellas encaminadas a la realidad y otras muy fantasiosas. Algún día os contaré que fue del tesoro, pero no os diré su localización exacta.
Ahora solo me queda decir: Non nobis, domine, non nobis sed nomine tuo da gloriam.

El Dorado

lunes, 29 de marzo de 2010


Mi nombre es Layton, soy un arqueólogo y he vivido miles de aventuras por todo el mundo. Lo fascinante es que las he vivido todas y cada una de ellas, desde el principio de los tiempos. Parecerá imposible, pero mi objetivo es contar mis historias y aventuras y dar a conocer los grandes misterios de la historia.
Comenzaré con una que se me viene ahora a la mente. Todo empezó, después del descubrimiento de América por mi amigo Cristóbal Colón en 1492, numerosos aventureros y soldados españoles, los llamados conquistadores, nos lanzamos a la conquista del nuevo continente, atraídos por su fama de inmensa riqueza, apoyados en el mito de El dorado.

Perú, cuyo subsuelo estaría, según se dice, repleto de oro, ejercía una fascinación extraordinaria sobre estos hombres ansiosos por enriquecerse, a mí me fascinaba más el hecho de que una cultura haya logrado hacer una ciudad solo de oro como comentaban los rumores. Además, la magnitud de los botines de Cortés en México y de Pizarro en el Perú parece confirmar la idea de que ese reino existe realmente.

El mito de El dorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado". La primera vez que oí hablar de la aparición de esta leyenda fue en 1534. Sin embargo, hace varios años ya que los españoles escuchaban insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte del interior de las tierras de la zona.

Se decía que los indios chibchas, nativos de Cundinamarca, el "país del cóndor" (la actual Colombia), celebraban cada año una extraña ceremonia. Durante dicha ceremonia un soberano local, se unta de grasa de tortuga y de polvo de oro y luego camina, resplandeciente, en medio de sus súbditos, que cantan su alegría y baten tambores. El rey y los nobles suben a una piragua y en medio del lago Guatavita lanzan oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses. Finalmente, el soberano se sumerge en el lago y reaparece en medio de un estallido de aplausos.

Así nació la leyenda del "hombre dorado" llamada luego, simplemente, El Dorado, supuesto rey de un país mágico. Pero, a lo largo de los años, el mito siguió modificándose y El dorado se convirtió en el reino mismo del oro, cuyas calles están pavimentadas con pepitas y donde casas y objetos están cubiertos con metales preciosos.

El primero en lanzarse a la búsqueda de El dorado fui yo, me fascinaba la idea de ver esas maravillas. Yo estaba en España y cuando escuché el primer rumor me embarqué en el primer barco rumbo hacia el nuevo mundo, me acompañaron dos ayudantes que decían estar interesados en la ciudad tanto como yo, se llamaban Miguel y Tulio. Tras desembarcar por las costas de Perú pusimos rumbo hacia El dorado, seguimos las pistas dejadas por los indigenas (basicamente relieves en rocas o monumentos que bien interpretados podían llevar a la ciudad de oro), tras cruzar la selva llegamos allí. Era algo maravilloso, las ciudad entera era de oro, muy pronto la gente nos tomó por dioses, y nos tomaron en muy alta estima, asi que decidimos quedarnos. Allí el tiempo apenas transcurría, investigando los jeroglíficos fui aprendiendo su idioma, y me contaban la historia de la ciudad y su cultura, que era herencia de la legendaria Atlantis. He de mencionar que antes de adentrarnos en la selva deje una carta a un marinero que iba a volver para que se la diese a un amigo mio de España tambien muy interesado en El dorado, el español Gonzalo Jiménez de Quesada, un antiguo abogado, que recibió mi carta con el sobrenombre de "el caballero de Eldorado".
Después de un largo y difícil periplo, durante el cual sus hombres son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, penetra en enero de 1537 en Cundinamarca y conquista la capital, Bogotá. Encontró, efectivamente, oro y diamantes, pero nada que se parezca a las inagotables reservas que en el reino del oro había. Me imaginé que no pudo llegar al sitio correcto, y mis suposiniones fueron correctas, cuando me entere de lo ocurrido a mi regreso. Los años que pasé allí no pasaron por mí y seguí sin envejecer hasta el tiempo actual. Mi decision de irme fue simple, tras desentrañar sus misterios sentí la necesidad de buscar otros, a mi partida la ciudad se cerró, debido a las innumerables ataques de conquistadores que no tardarian en encontrar la ciudad. Ahora mi misión sería encubrir su misterio y buscar otros nuevos, ya que iba a tener tiempo de sobra, pues más que el oro, lo que mas enriquece es la sabiduría.

Aún así la leyenda siempre seguirá viva y sus misterios también.

La caja de música